UNA REFLEXIÓN SOBRE LA ÉTICA EN LA INNOVACIÓN PÚBLICA

Por: Ana Mercedes Vivas Líder LABCapital de la Veeduría Distrital

En el marco de la semana “Ética e innovación. Comités de ética, transparencia y manejo de datos”, de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, LABCapital, compartió con los estudiantes interrogantes alrededor de ¿Cómo se relaciona la ética en el contexto de la innovación pública? ¿En qué momento el crear valor público, -objetivo de la innovación-, puede estar sirviendo antes a la ideología de la administración imperante que al bien común?


Dice el filósofo español Fernando Savater que

“En el fondo la ética, en el sentido fuerte y significativo del término, es una reflexión que cada uno tiene que hacer sobre su propia libertad, porque cada uno de nosotros no conoce más que a un sujeto desde el punto de vista de la libertad, que es a sí mismo.” Y cuando llegamos a la relación ética y ciudadanía, afirma también que “lo característico del ciudadano es su capacidad para ponerse en común, su forma de ser, su forma de pensar en los demás… Ala ciudadanía tiene que hacernos permeables a las razones de los demás”.

Esa cualidad de “hacernos permeables a las razones de los demás” define la razón de ser de la innovación pública. Es para escuchar al ciudadano que las estrategias de la innovación se aplican a nuestro sector para que -en la medida de lo posible- se satisfagan las expectativas ciudadanas, se fortalezca su confianza en el gobierno y en la democracia.

Pero, surgen entonces los interrogantes: ¿Cuándo la innovación por querer “pensar fuera de la caja” puede traspasar límites? o ¿cuándo sirve a una ideología imperante en una administración, antes que al bien común? Me aventuro a formular que sólo la ética personal (esa capacidad para decidir lo que conviene y lo que no, la libertad que menciona Savater) y la construcción colectiva de lo que debe ser el “bien común”, desde la perspectiva de todos y cada uno de los involucrados, pública, puede resolver esos dilemas.

Pero, definitivamente, la innovación pública y la ética son dimensiones de un solo ideal de presente y futuro, donde servidores públicos y el objeto último de su trabajo (los ciudadanos) se encuentran. Y será precisamente el involucramiento de múltiples públicos objetivos, con mecanismos de participación diversos y con visiones divergentes, lo que permitiría que el proceso se aleje de lo “politizado” para dar respuesta real a las necesidades de todos.

Ana Mercedes Vivas 

Ana Mercedes Vivas comparte su experiencia en la Universidad de Los Andes, abordando el tema de la ética en la innovación

Juan José Martínez

Juan José Martínez comparte detalles sobre el proceso del Índice de Innovación Pública en el Distrito

La invitación que hizo a LABCapital la facultad de economía de la Universidad de los Andes, nos permitió ahondar con los estudiantes en estas reflexiones y dejar formuladas muchas de las preguntas, quizás algunas de ellas sin respuesta todavía. Porque la innovación es -por sí misma- un ámbito cambiante, como cambiantes serán sus interrogantes en el transcurso de su progreso.

Hoy nos preguntamos, por ejemplo, hasta dónde puede llegar el uso de la IA; si hay un límite para no reemplazar al ser humano. Nos enfrentamos a otros grandes dilemas como la crisis climática, la ciberciudadanía y la desconfianza creciente en América Latina en las democracias. Temas en los cuales debemos poner el acento y trabajar para encontrar los caminos innovadores para resolverlos. No obstante, vale la pena subrayar que todo camino – y sobre todo el tecnológico-, debe perseguir redefinirse en la búsqueda de una sociedad más justa y sostenible. Este es el norte de la innovación y el por qué una unidad como LABCapital se inserta como proyecto de inversión de la Veeduría Distrital, desde el objetivo 16 de Desarrollo Sostenible: “paz, justicia e instituciones sólidas”.

Ahora bien, al ser la Veeduría Distrital un órgano de control con carácter preventivo que busca promover el control social, fortalecer la transparencia y la lucha contra la corrupción, para el mejoramiento de la gestión pública Distrital, la innovación aquí, a través de LABCapital, ayuda a fortalecer el gobierno abierto de la ciudad, la participación ciudadana y el aprovechamiento de las nuevas tecnologías para un mejor acercamiento entre el Estado y los habitantes, buscando como resultado la generación de la confianza en las instituciones y, por ende, en la democracia.

Para cumplir con estas premisas, LABCapital desarrolla su ejercicio a través de varias líneas de trabajo, donde el hecho de estar a cargo de la medición del Índice de Innovación Pública de la ciudad, lo erige como faro de lo que ocurre en materia de habilitantes de la innovación en las diferentes entidades del Distrito. Precisamente durante la conversación con los estudiantes del curso HE2 de Innovación Pública en la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, nuestro colega Juan José Martínez, pudo mostrar los aspectos técnicos de la medición del Índice que ilustran cómo se manejan los datos en LABCapital y cómo se transforman en información de fácil acceso tanto para los servidores públicos como para la propia ciudadanía.

Es -en sus palabras- la intención del Indice “ampliar la visión del ecosistema, de tal manera que se pase de una cocreación interdisciplinaria, multidependencia y multi unidad, con actividades y canales que ven con mejores ojos a la multidisciplinariedad o la toma de decisiones políticamente estratégicas. a una que facilite el diálogo, el consenso y la participación responsable.”

En este escenario, si bien la innovación pública llegó para quedarse es de subrayar la enorme tarea transformadora que debe asumir, para enfrentar fenómenos crecientes de desconfianza de los ciudadanos en las instituciones. Estudios como el Latinobarómetro (https://www.latinobarometro.org/lat.jsp), nos hablan de una verdadera “recesión” de la democracia en nuestros países.  Dicho estudio revela, por ejemplo, que es cada vez más creciente la opinión de quienes afirman que no importa el si el gobierno es autoritario con tal de que solucione sus problemas.

Tenemos aquí un gran dilema precisamente ético: ¿puede la innovación pública ser una herramienta para “solucionar problemas” navegando, por ejemplo, en sistemas autoritarios? ¿Cómo acelerar los procesos innovadores para responder a las expectativas crecientes de los ciudadanos?  Tendría que decir, en conclusión, que no basta la “ardiente paciencia” de la que hablaba el poeta francés Rimbaud “para conquistar la ciudad que dará luz, justicia y dignidad a los hombres”, la innovación pública debe profundizar sus recursos humanos, presupuestales y digitales para fortalecer su impacto, así como romper las resistencias al cambio y las barreras que impiden la participación de los ciudadanos. Sólo así podremos enfrentar la carrera contra la desconfianza, terreno fértil para el surgimiento de autoritarismos, cuyo rumbo es incierto.